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Senderismo y Turismo Rural en Panama

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Esta vuelta los cupos fueron vistos y desaparecidos, lo cual para nosotros fue emocionante. La familia Enlodados se preparó y además de ir a visitar tan hermoso sitio, también organizamos para llevar donaciones.

Todo empezó el sábado bien temprano, una chiva local capireña nos recogió en la Terminal de Albrook. Con todo arriba, nos encaminamos a lo que sería una experiencia única. Al entrar en la Sierra, nos tocó agarrarnos fuerte de los pasamanos de la «gallinera». Algunos optaron por ir guindados por la parte externa del transporte, así­ como lo hacen los locales.

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Temprano, estuvimos en el primer poblado, conociendo de cerca el caserío. Antes del mediodía, ya estábamos en La Gloria, caminando hacia el chorro y entregando las donaciones. Almorzamos en la casa de Los Ovalle, donde nos hicieron un sancocho.

Al ver la cascada, recordé la primera vez que fui, en época de lluvias habiendo caminado dos horas, con una chica de la comunidad más cercana y evoqué aquel momento en que el tiempo no alcanzó siquiera para echarme un chapuzón.

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Navegando un día por internet me encontré con una cabaña que alquilaban en Chicá, cerca del P.N. Campana, pequeñita y bonita; en el post habían varias fotos de la cabaña pero también habían fotos de unas cascadas que en mi vida, jamás había visto.

Me propuse contactar al dueño de la cabaña, ya sea para alquilarla y por supuesto, también preguntarle cómo llegar a esas cascadas. Al mostrarle las fotos a mis compañeros, quedaron asombrados y no faltó uno que dijo “eso no es en Panamá”. Realmente, nunca habíamos visto ese lugar y no sabíamos de su existencia, estando tan cerca de la ciudad de Panamá.

Así que contacté a Ángel, quien muy amablemente me comentó que éstas cascadas están muy cerca de los terrenos de su familia, casi que dentro y que muy poca gente sabe de su existencia, en efecto, de paso me invitó a conocerlas, así que le pusimos fecha de cumpleaños al acontecimiento, su única advertencia fue “hay que caminar bastante”.

El día fue un domingo bien temprano, nos preparamos para ir en la búsqueda del chorro. Esta vez me acompañaron Juan, Carlos y Anselmo.

Cerca del pueblo nos encontramos con Ángel, al que seguimos hasta su casa, en donde dejamos el auto y él fue a preparar su caballo. La idea sería él en el caballo y nosotros a pie. Mientras esperábamos bajo la sombra de un árbol, un jovencito nos saludó y dijo que sería nuestro guía, que Ángel nos alcanzaba más adelante.

Así iniciamos la caminata, que empezó en bajadas resbalosas pero seguras. Un terreno fácil que a medida que avanzábamos se fue convirtiendo en lodo y el olor a materia putrefacta invadía nuestras narices. Pasamos algunos riachuelos y seguimos el camino que incluía pequeñas pendientes seguida de bajadas interminables lo cual nos puso a pensar en el regreso y la subida de esas lomas empinadas.

Por momentos pasábamos al lado de las vacas en sus potreros, se nos quedaban mirando tan curiosas, las habían jersey, cebú y angus. El lodo se incrementó y las vistas del paisaje se hicieron intensas. Nos detuvimos a tomar fotos de los cerros Buena Vista y El cerro Picacho, cuando en el camino apareció Ángel a galope de un lindo caballo. Nos invitó a regresar a una cabaña no muy lejana en donde la vista era mucho más impresionante.

Subimos otra loma y llegamos a la hermosa cabaña de nombre “Hacienda Don Emilio”, hecha en su totalidad de madera y en efecto, sobre una colina en donde la vista de los alrededores es fenomenal. Vimos varios de los cerros más representativos de Chame, como los ya mencionados, además del peñón de Buena Vista de Chame, cerro Los Monos, la Hacienda Loma Linda, dedicada al cultivo de orquídeas y con el larga vista vimos nuestro destino, el chorro “Saca Lágrimas”.

Al seguir el camino, nuevamente tuvimos que lidiar con el lodo casi movedizo porque sin cuidado nos podía llegar al tobillo. Al salir de esta loma, llegamos a una planicie rodeada de arbustos y árboles a los lados, como quien dice: el mismo monte. Salimos a un potrero que atravesamos hasta llegar a un árbol de mango. De ahí en adelante el camino se tornó más difícil, la hierba estaba muy alta y cortante. Ángel me ofreció su caballo y así continuamos por otro tramo, pasando al lado de las vacas que nos miraban con miedo. De entre los matorrales habían unos con espinas que con descuido, te podía destruir las manos; un árbol barrigón dominaba el paisaje y ya no tan lejos, con varios chorros que caían en picada, y escondido entre una pared de roca, el Saca Lágrimas.

Ángel, el caballo y yo nos adelantamos mientras mis compañeros luchaban entre los matorrales. Al llegar a un bajo, dejamos el caballo suelto y seguimos a pie pues el camino se tornaba demasiado quebrado y ahora deberíamos buscar la manera de llegar al chorro. Cuando los muchachos nos alcanzaron, vimos que estaban cortados en piernas y brazos por la maleza.

El camino se cerró por la hierba alta y los árboles putrefactos sobre el suelo, la humedad estaba intensa pero en frente estaba el chorro, ya estábamos ahí, solo faltaba saltar unas rocas y disfrutar.

Sonreímos felices por haber llegado, y descansamos un rato antes de meternos al agua. Pudimos notar que grandes rocas se encuentran suspendidas sobre otras, como si hace mucho tiempo hubiese ocurrido un terremoto  o derrumbe que las hubiese puesto de esa manera. Me atrevo a decir que mide más de 40 metros de altura, hasta donde la vista alcanza, porque al verlo de lejos se nota que arriba de estas cascadas hay otras.

Según nos contaron, le pusieron “el Saca Lágrimas” ya que la gente acostumbraba buscar camarones en el río, pero en la parte alta de la cascada era donde más camarones habían y en la oscuridad de la noche, se hacía muy difícil subirla. Por supuesto que también por la dificultad para llegar al lugar caminando y aparte de eso por la forma de las caídas de agua.

Esta cascada también es conocida con el nombre «La Mula», ya que, según dicen, allí una mula se desbarrancó matando a su dueño, y así lo conoce la gente de Buena Vista de Chame.

Líneas de agua caían desde lo más alto formando pequeños pozos, el verde combinaba y las rocas gigantescas, me hicieron pensar en cuantas maravillas más como esta habrán. Nos cuentan que el caudal estaba bajo y que más entrado el invierno, la fuerza de la cascada se vuelve impenetrable y encantadora desde lo lejos.

Aprovechamos y nos dimos un baño en cada caída de agua, había una para cada uno. Las aguas cristalinas se partían y refractaban los rayos del sol. Un perrito cazador nos acompañó toda la distancia y no paraba de ladrar sin razón aparente.

Ramsés, que nos había guiado desde un principio nos contó que éste era su lugar secreto,  nos dimos cuenta de su agilidad caminando sobre las rocas, como si tuviese ventosas, saltaba de una a otra. Nos dijo que río abajo habían unos buenos charcos, más grandes que estos para darnos un buen chapuzón y accedimos a caminar en busca de ellos.

Así fuimos por la ribera del río y en efecto nos fuimos encontrando con varios charcos y caídas de agua, por momentos preferimos arrastrarnos antes que caernos, las rocas resbalosas pueden causar un accidente fatal.

En una de las bajadas, uno de los compañeros prefirió tirar sus zapatillas barranco arriba para usar mejor sus manos, pero la zapatilla se fue río abajo en un remolino de agua y más nunca apareció. La buscaron pero fue en vano, el río se tragó la zapatilla.

Las inmensas rocas seguían despertándome dudas de cómo llegaron hasta ahí. Colosales, formaban escalones naturales que por momentos nos ayudaban a bajar. De pronto nos topamos con un chorro bastante alto, también de cascada escalonada y con unas lajas en el charco que semejaban placas de cemento y no más de 20 metros más adelante la Naturaleza nos calló la boca, una caída de agua inmensa detenía nuestra caminata por el río, El Salto del Duende,  que según he escuchado pertenece a Buena Vista de Chame, y de quien sabe cuantos metros, pero muy alta, indicaba que hasta aquí llegábamos.

Nos acercamos al precipicio que me dio escalofríos, vértigo; un mal paso y nos íbamos abajo sin vuelta atrás. Ramsés ya iba bajando sosteniéndose de rocas, bejucos y ramas. Más tarde bajaron Ángel y Carlos, pero solo lograron llegar hasta un lado del chorro, más no bajar al charco, ya que eso incluía mojar todo y al menos Carlos llevaba equipo fotográfico. El perro al ver que sus dueños estaban abajo, casi se tira por el precipicio para alcanzarlos pero Anselmo lo detuvo, yo aproveché ese tiempo y me sumergí en las aguas del chorro escalonado sin nombre. Queda pendiente visitar el Salto del Duende desde el camino de Buena Vista de Chame.

El regreso fue hasta cómico. Subimos por un camino que al parecer hace mucho tiempo no usaban, así que estaba muy cerrado y a 45° sobre el suelo. Salimos a un terreno lleno de helechos, cercano al potrero en donde pasé a caballo con la hierba cortante.

Ángel nos instó a seguir mientras él esperaba a Ramsés que se había adelantado a buscar al caballo que habían dejado suelto. Caminamos un poco y vimos el caballo amarrado y comiendo bajo un árbol, gritamos a Ángel durante largo rato y nos sentamos a descansar hasta que apareció y seguimos loma arriba.

Esta vez se salvó Carlos, al que le dio un calambre y le cedimos el caballo. Ya cuando habíamos dejado atrás las primeras lomas, nos topamos con una serpiente pajarera (Pseustes poecilonotus), que pasaba tranquila al lado de un potrero.

En total caminamos aproximadamente 3 horas desde Chicá hasta la Cascada Saca Lagrimas y nos tomó casi el mismo tiempo hacerlo de regreso.

Las lomas parecían interminables pero finalmente salimos a la calle pavimentada y degustamos unos deliciosos bollos de maíz con agua bien fría, justo lo que necesitábamos.

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Gracias a Ángel y Ramsés por guiarnos en esta expedición, que fue fenomenal. A Carlos, Juan y Anselmo por esas ganas interminables de caminar, de conocer y explorar. Valió la pena la caminata con muchas recompensas en el camino, otro lugar más de esos que casi nadie, además de los lugareños conoce, y que vale la pena compartir, aunque sea para saber que existen.

Yo accedí gustosa a mis deseos de caminar. Y ahora que es tan grande la felicidad de que disfruto, que ante el temor de perder la Naturaleza, ya que la dicha no es perpetua en este mundo, recurro a la preocupación por compartir esta pasión y ojalá y se transmita de buena manera a cada persona que me lee, que un día no lo piensen mucho y empiecen su caminar.

Más fotos

En mi experiencia puedo decir que aventurarse en auto no es lo mismo que aventurarse sin él. Andar a expensas del transporte público en Panamá, no es fácil y nada más el hecho de someterse a esto, puede convertirse o en una pesadilla o en una verdadera y muy divertida aventura.

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En la terminal tomamos el autobús de Chame sin ningún percance. Luego de poco menos de 20 kilómetros de recorrido, llegamos a Sorá, pueblo de personas amables rodeado de belleza exuberante de montaña, con un clima casi siempre fresco y delicioso. Muy cerca de esta comunidad se encuentra el complejo de casas de campo “Altos del María” al cual para acceder es necesario poseer permiso si no eres residente.

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Cuentan que el lugar fue llamado así por el cacique Soró (que significa viejo) jefe en la región en la época de descubrimiento y conquista, es el corregimiento más grande en cuanto a territorio del distrito de Chame y uno de los más bellos, con ríos pintorescos, encantadores saltos de agua y una magnifica vista de la ensenada de Punta Chame y su litoral, todo está a más de 600 metros de altura.

Pero cabe destacar que fuera de ese complejo de viviendas se encuentran bellezas increíbles y una de esas es el lugar del que hablaremos en esta reseña, Los Saltos de Filipina. Un sitio que en mi vida, nunca había visto ni escuchado siquiera, pero que por las fotografías y la belleza escénica que ya conocía de Sorá, fuimos a probar suerte en su búsqueda.

Llevábamos más de una hora esperando el transporte, pensamos que el problema sería porque era domingo, pero luego que el transporte llegó, nos dimos por enterado de que en la comunidad solo una familia presta el servicio, el cual tomamos y sin pérdida, luego de pocos minutos sobre una calle sin pavimento, llegamos a nuestro destino desde donde debíamos empezar a caminar por breves minutos.

La vista, grandiosa. Filipinas de Sorá nos recibió con salpiques verdes y azules, un lugar tranquilo, lleno de aves semilleras, y de fondo, como para matizar, el inconfundible cerro Chichibalí, que marca los límites entre los distritos de Chame y Capira.

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Descubrimos un salto de quizás de 7 u 8 metros, de un buen caudal, de poca profundidad, pequeño, casi se puede decir “personal”. De aguas frías y con el salto de agua, me di masaje natural en la espalda El agua denota que no hay contaminación, no hallamos restos de basura, lo cual nos lleva a pensar que cuidan muy bien este lugar al que aún se puede acceder de forma libre. Más tarde me enteré de que en este mismo salto, estuvo John Travolta haciendo wetrappel para una película que fue filmada en su mayoría en Panamá, de nombre “Basic”.

De ahí pasamos a la siguiente cascada luego de subir una loma imperceptible. Divisamos un salto de unos 15 metros de altura, muy hermoso y con un pilón de agua fresca y fría.

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Seguimos el camino y descubrimos otra cascada, ésta más pequeña pero igual de encantadora. Para nuestro asombro aún nos faltaban cascadas por recorrer. Son dos bifurcaciones y decidimos tomar el de la derecha, que tiene, nada más y nada menos, que en total, ocho cascadas. Dicen que si cuentas todas las cascadas, de ambos lados, da un total de veinticinco caídas de agua.

Estuvimos ahí hasta no muy tarde por el mismo inconveniente del transporte. Caminamos de vuelta y vimos el pickup pero se dirigía hacia montaña adentro, no hacia Sorá. Decidimos empezar a caminar un poco y más adelante nos encontramos con cazadores furtivos y muchos perros dispuestos a cazar.

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En nuestra caminata vimos la construcción de una próxima finca Melo en el área de Filipinas, luego de subir y bajar algunas lomas, nos topamos con una hermosa serpiente Pseustes poecilonotus de más de un metro, mejor conocida como «pajarera» que cruzaba apacible la carretera de piedras y aprovechamos para sacarle algunas fotos a ese divino ejemplar.

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Más adelante escuchamos un auto, el mismo 4×4 que habíamos visto hace tiempo venir bajando de la montaña y aprovechamos para pedirle el “bote” hasta Sorá, que muy amablemente nos cedieron, siempre y cuando  pudieran ir guidando de las ventanas del auto pues dentro estaba repleto de gente, y así fue como llegamos a Sorá a buena hora y felices de la aventura del día.

De regreso nos bajamos en el Nanzal y aprovechamos para caminar hasta Los Cajones, otra maravilla natural del área, pero ya se hacía tarde y empezaba a llover, así que decidimos dejar esta aventura para luego.

Seguimos dándonos cuenta que nunca dejaremos de recorrer Panamá y sus senderos, sus rincones escondidos que guardan secretos y leyendas. Solo basta preguntar y siempre los lugareños te van a señalar con el dedo o con la boca algún lugar perfecto a visitar.

Anímense a tomar un bus en su tiempo libre, ni siquiera hay que gastar demasiado. No siempre la comodidad da la felicidad, a veces con solo mirar desde la cima de un cerro lo que dejamos atrás puede ser un momento perfecto, disfrutar de la soledad de una cascada y meditar, también lo puede ser.

Buscar maravillas, ¡perderse en el monte! Caminar despacio y apreciar lo bello que nos regala cada paraje natural de este país.

Más fotos

De todas esas playas del pacífico a las que la mayoría de los panameños citadinos les gusta ir, mi favorita es Punta Chame. De las veces que he ido nunca me he topado con cantidades exageradas de gente, suceso que suele ocurrir en playas como Santa Clara o Coronado, en donde no queda espacio para ubicarse.

Es la primera playa del conjunto de las playas del Pacífico de Panamá y Coclé. Es esa punta de tierra similar a la Calzada de Amador, que se ve cuando uno va pasando por Loma Campana, donde también se aprecian sus manglares y el imponente cerro Chame.

Y tengo un montón de razones, Punta Chame es hermosa, en toda ella hay varios puntos en los que se puede pasar un momento especial. Hay playas a ambos lados de la península: una mira hacia tierra adentro, a la Bahía de Chame y la otra al mar abierto (o al Golfo de Panamá).

En la norte la vista es maravillosa, con vistas a la bahía de Chame, Isla Taborcillo, y la cadena montañosa de Campana. El viento es fuerte y propicio pues en este lado se practica kitesurfing, windsurf y otros deportes. Debido a su singular orientación hacia el noroeste, dicen, esta es la única playa del Pacífico (en tierra firme) donde se puede tomar el sol en la tarde. A esta se accede llegando a la entrada del pueblo, cerca de la escuela hay una calle que corre paralela a la costa, exactamente donde están las embarcaciones de los pescadores, ahí puedes dejar tu vehículo y accesar a la playa sin ningún problema.

En la playa sur, el mar es más bravío, pero personalmente este lado de la playa para mi es perfecto, de suelo uniforme. En frente se aprecia Isla Otoque y más allá, Isla Taboga. A la izquierda, increíblemente se ve la ciudad de Panamá y su línea de edificios. Camina hasta el final y encontrarás esta playa.

La carretera para llegar sale de la  Panamericana, va recorriendo las faldas norte del Cerro Chame (523 m.s.n.m.), a lo largo de las camaroneras y manglares de la Bahía de Chame, que se ven al lado izquierdo después de pasar el pueblo de Líbano.

La carretera dobla entonces a la izquierda alrededor del Cerro Tigre (157 m.s.n.m.) y va recorriendo esteros (entradas de mar hacia tierra firme) a ambos lados por 12 kilómetros de península hasta llegar al pueblo y playas de Punta Chame.

Desde la ciudad de Panamá toma aproximadamente 2 horas (95km) llegar a Punta Chame, pero el tiempo es lo de menos cuando te reciben vistas hermosas, con mar a ambos lados, manglares, esteros y muchas zonas perfectas para la fotografía.

Además de todo esto, es un sitio perfecto para ver estrellas, utilizado por los amantes de la astronomía en Panamá, pues las noches son espectaculares y el nivel de contaminación de la atmosfera aún es bajo, además de la poca iluminación del lugar.

Geológicamente las arenas de la Bahía de Chame son piroclastros derivados de la última gran actividad volcánica del Valle, materiales que fueron distribuidos y acumulados en el litoral bajo condiciones paleoclimáticas. Durante la última transgresión marina (holoceno), se construyó Punta Chame al acarrear los sedimentos de la Bahía de Panamá en dirección a Chame producto de una acelerada erosión de los suelos. Con excepción de un levantamiento ígneo en la región del Cerro El Tigre, se trata de capas amontonadas de material sedimentario, muchos de ellos fondo de antiguos mares. Gran parte de la zona sur se compone de zonas pantanosas que se extienden a lo largo del estero La Boca, el cual termina en un hermoso lago.

No podemos dejar de mencionar los manglares, que son parte importante de Punta Chame, su extensión es tremenda y se halla gran cantidad de ellos, sobre todo manglar rojo, de donde algunos lugareños con los permisos correspondientes hacen carbón para su sustento. Este trabajo no es nada fácil y requiere de mucho esfuerzo para obtener el producto final.

Debemos tener en cuenta que la conservación del mangle es de suma importancia, pues es en él en donde se desarrollan gran parte de peces y crustáceos sobre todo en su etapa larvaria. Los manglares ayudan a protegernos de efectos climáticos adversos, minimizan los desbordamientos en épocas de lluvia, retienen sedimentos y se convierten en la primera línea de defensa de la franja costera. La destrucción de los manglares y la afectación del flujo natural del agua hacia el mar, especialmente si las lluvias torrenciales coinciden con las mareas altas, se convierten al final en potenciales trampas de muerte. El daño al manglar es algo irreversible, definitivo, de gran daño al medio ambiente.

Muy interesante es la cantidad de aves que se pueden avistar, aves que les encantan los manglares y fangales. Otra actividad importante y de peso es la pesca.

Recomiendo que si piensas pasar la noche en Punta Chame, lleves repelente fuerte contra mosquitos, pues en épocas suelen ser intensos en el área.

En auto desde la ciudad de Panamá debes manejar hasta llegar a “quesos Mili”, luego prestando atención, verás a la izquierda la señalización de entrada hacia Punta Chame, 25 kilómetros hasta que llegues al final y encontrarás el pueblo. La carretera se encuentra en perfectas condiciones.

En transporte público debes bajarte en la entrada de Bejuco, en la parada que está luego del restaurante Pio Pio, al lado de la gasolinera Texaco se encuentran las “chivas” que te llevarán hasta Punta Chame, por un precio aproximado de $1.50.

Queda invitarlos a visitar Punta Chame, que de seguro se convertirá en su favorita si lo que desea es un contacto fuerte con la naturaleza y la tranquilidad en una playa de blancas arenas.

Gracias a Iván Castilla de Panamá Chame por ofrecer información tan valiosa de Punta Chame.

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La verdad es que desde niña lo conocí por el nombre de ”río se Sorá». Iba con mi familia unas dos veces al año ya que un tío de esos postizos, pasaba cerca del río al trasladarse a su trabajo en la Finca de Orquídeas Loma Linda.

Para llegar se debe entrar por la calle que está después de la entrada hacia Altos del María ( en donde está un restaurante Pio Pio). Detrás de un mini super están los autobuses y de ir en carro, solo hay que seguir la calle y después de pasar un puente de acero, prestar atención hasta ver la entrada hacia » Hacienda Loma Linda» luego se pasa un puente encima del río, el cual no aguanta mas de 10 toneladas y listo, allí está el río.

Recuerdo que al río llegaban las vacas a tomar agua, también que en algunas partes estaba bastante hondo. Me aprendí de memoria el lugar en el que estaba una gran piedra y un poco mas allá había una roca alta desde la cual los lugareños hacían sus clavados y en frente un cerro muy frondoso.

Regresé al mismo río nueve años después de la ultima vez y aún sigue siendo bello, pero ya no hay tanta corriente, hay que buscar los jacuzzis naturales caminando bastante, hay mas piedras de lo que recuerdo, ya no hay vacas y el cerro que se veía en frente esta completamente seco y deforestado.

Aquel dia nos fuimos Evelin, Max, Israel y yo hasta la entrada en Chame de lo que es » Altos del María», alli desayunamos algo leve y tomamos una chivita detras de un mini súper, media hora después ya estabamos en el puente encima del rio.

Yo era la guía, pero no recordaba muy bien el camino, así que andaba con mucha cautela, pero al avanzar un poco más recordé todo y preparé mi tienda de campaña y recorrimos los bordes del río hasta que encontramos un charco perfecto para pasarla tranquilos. Mas tarde acompañe a Max a hacer sus tipicos clavados: de aguila, clavado de ñeque invertido, entre otros 😀

También agarramos gusarapos (renacuajos) en un recipiente de plástico, los observamos y pusimos de nuevo en su hábitat.

Dimos una vuelta, tratando de buscar un lugar donde vendieran algo de comida, pero no encontramos nada, solo una pequeña tienda en la cual vendían enseres muy básicos.

A lo lejos se veían árboles de Guayacán, ¡amarillitos!..

De regreso tuvimos que caminar un poco hasta encontrar una chiva(bus), pero fue una caminata fresca y limpia viendo y disfrutando del paisaje del lugar, repleto de montañas, algunas casas de barro, el humo de los fogones, todo ese ambiente riquísimo.

Lindo río para pasar una tarde tranquila en familia, ubicado en Buena Vista de Chame.

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