La Toza, Natá
marzo 9, 2010 • Chorros y Cascadas, Coclé, Ríos, Vegetación • Comments
Guayavital, parte de RÃo Chico
Los senderos de Panamá son hermosos, el sol que nos ilumina es distinto, dan ganas de salir siempre y sentir el olor caracterÃstico del campo, lleno de personas que sà saben tratar. Cada vez que voy a escribir, veo antes las fotografÃas tomadas y me digo: ¡wow!, yo estuve ahÃ, mi paÃs es divino, ¡no tengo que ir a ningún lado más! Aquà hay de todo lo que se puede disfrutar realmente, ricas aguas con temperaturas perfectas, caÃdas de agua hermosas, playas con aguas de colores tornasoles, montañas de formas increÃbles, cielo combinado con la tierra. Hasta los lugares más áridos son bellos y tienen algo que aportar a nuestros ojos.
La semana pasada estuvimos en La Toza, comunidad del distrito de Natá de los Caballeros en Coclé. Nuestro propósito de aquél dÃa era llegar hasta el Chorro de los Duendes al cual solo podÃamos llegar en 4×4 y era lo que nos faltaba, asà que nos quedamos en la Toza.
Fanshi, nuestro amigo de Natá, nos llevo a conocer su familia, que con gran alegrÃa nos recibió y nos dieron varias opciones de lugares para visitar cerca de allÃ. Escogimos un lugar bastante cerca de la casa de la abuela, un lugar que ciertamente es muy poco conocido, tanto asà que le dicen “el rÃo de la abuelaâ€â€¦que es una parte de lo que forma el rÃo Chico, uno de los principales afluentes de Natá.
Entramos por la calle que conduce a las Huacas del Quije y nos desviamos en la entrada de la Toza, de ahà la calle de asfalto terminó y empezó la empedrada. Disfrutamos de hermosas vistas, al frente estaban los Picachos de Ola, que guardan hermosos senderos. La Toza es limÃtrofe entre Coclé y Veraguas, es un lugar bastante árido y en verano pega un sol bien fuerte. A nuestro lado pasaban bueyes cargando carretas en donde iban sentados niños muy cómodamente. Los Picachos de Olá se veÃan cada vez más cerca, con sus picos perfectos y su color verde uniforme.
Al llegar a la casa de la abuela nos emocionamos ya que cocinaban un chicheme que se veÃa delicioso, mis amigos terminaron en hamacas. Fanshi se adelanto a casa de un tÃo y lo seguimos, tras pasar por un cañaveral, nos encontramos en un bajo en donde tenÃan un trapiche; un niño ayudaba a su abuelo y éste le mostraba cómo introducir la caña en la máquina de la cual Fanshi nos obsequió raspadura recién hecha.
De ahà nos encaminamos al rÃo, estaba a unos 20 minutos bajo un sol candente y enardecido que nos acompañó hasta llegar. Pasamos por debajo de alambre de púas varias veces, hasta llegar a donde se veÃa el rÃo, habÃan unas caÃdas de agua pequeñas, y de repente una olla de agua que nos trasmitió peligrosidad, se veÃa verdaderamente hondo, Fanshi nos propuso quedarnos allà o ir más allá en donde habÃa un lugar bueno para nadar.
Caminamos por un tramo pequeño hasta ver la poza, y nos sorprendimos, era como ver la playa de la pelÃcula “The Beach†pero convertido en rÃo, las piedras hacÃan forma de una gran pared caliza bajo la cual estaba el rÃo que a simple vista era hondo, pues el fondo era negro, pero tenÃa una parte considerable para menos efectos.
Preparamos todo, esta vez llevamos hasta estufa, y música con buen sonido. Nos metimos al agua frÃa, y una vez dentro nos percatamos de la gran fauna, habÃa una cantidad increÃble de sardinas que hasta me mordieron, camarones en las piedras, libélulas, lagartijas corriendo de un lado para el otro, pájaros cantando, un sin fin de sentidos y emociones.
Y PUM! Fanshi se lanzó y cayó en el agua con estrepitoso sonido, lo vimos emerger de las aguas y salir con una sonrisa de oreja a oreja. Poco después Max estudiaba el área desde arriba, no se si estaba rezando o tratando de ver el fondo, pero unos minutos más y PUM! de nuevo, nada más vimos salir a Max con otra sonrisa, más grande aún, pero con un dolor en una pierna, golpe de agua- pierna, lo que hizo que se quedara quietecito un buen lapso.
Preparamos la estufa, nos habÃamos instalado en una parte en donde pasaba el rÃo a izquierda y derecha, nosotros estábamos en medio de él, ¡qué placentero!
Nos turnamos la cocinadera, hicimos las clásicas milanesas con tortillas y hasta unos “chicken tendersâ€. Como siempre Leo se atrevió a llevar su ceviche, que fue un contento a la hora de comer.
Mientras comÃamos, y mientras Fanshi nos contaba historias de fantasmas y leyendas del lugar, fue cayendo la tarde y los destellos del sol fueron desapareciendo.
Nos despedimos del lugar lleno de sentidos y encaminamos a casa de la abuela en donde nos esperaba el delicioso chicheme hecho en el fogón. En el camino no pudimos evitar tomar fotos de los Picachos de Olá. ¡Tanto llaman nuestra atención! Pero les prometemos que pronto iremos.
Cada dÃa se descubren más lugares, atrévanse a caminar o llevar el carro un poco más lejos, o quien quita tomar un bus a un lugar desconocido y empezar a preguntar, asà es que se descubre y se disfruta 🙂