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Senderismo y Turismo Rural en Panama

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Esta vez fuimos a caminar a Coclé, a un lugar con una biodiversidad enorme, la comunidad de Turega en Pajonal, corregimiento con gran valor histórico porque, a principios del siglo XX, allá­ se atrincheró el caudillo de Penonomé: Victoriano Lorenzo y desde ahí­ dirigía sus tropas.

Todo fue en transporte público y no tuvimos ningún problema. En el mercado de Penonomé hay infinidad de rutas que se dirigen a distinto sitios relativamente cercanos. La idea fue ir preguntando en el camino cómo llegar, aunque en este caso ya teníamos una idea establecida de cómo harí­amos cada cosa gracias a unos amigos biólogos que hicieron un estudio científico en este lugar y nos dieron luces.

Bajamos del transporte público e iniciamos la caminata de no más de 45 minutos. Con bolsas pesadas, subimos y bajamos pendientes, que junto al sol retumbante nos daban la bienvenida al lugar.

Un caballo subí­a las lomas agotado, nos miraba con aire desconsolador, estaba cansado, llevaba mucha carga, nos miraba fijamente como gritando que lo dejaran descansar. Aquel caballo iba cargado de insumos traídos desde Sofre hacia Turega. Vale decir que para esta comunidad hay transporte 4×4 disponible, pero es escaso.

A todo esto, el señor que iba a un lado del caballo nos dijo que si tomábamos por el camino principal, nos íbamos a demorar mucho más, siendo nuestro destino el Chorro de Turega. Tomamos un atajo.

Se escuchaban aves revolotear y al fijarnos, se trataba de Cuco Ardilla, que andaban en parvada.

Avanzamos y pasamos al lado de un río, que embalsado, formaba una piscina natural preciosa y sobre ella, un puente improvisado hecho de un tronco y cables. Las ganas de quedarnos allí mismo fueron inmensas pero decidimos seguir en la búsqueda del Chorro Turega.

Pasamos bajo puentes colgantes y algunos que denotaban ser nuevos, a lo que luego nos enteramos fueron hechos la ONG “Manos Amigas”. En Turega las condiciones de acceso son bastante precarias, por lo irregular del terreno y los deficientes caminos, sobre todo en los largos meses de lluvias que, además, provocan la subida del caudal de rí­o Sofre (que puede alcanzar varios metros de profundidad), impidiendo su paso a pie (factible en la época seca) y, por lo tanto, la posibilidad que tienen los habitantes de esta región para acceder a la escuela, los centros de mercadeo, el centro de salud, etc., distantes entre una hora y media o dos de camino.

Finalmente vimos casas rurales, cada una con su respectivo fogón a un lado como cocina. Un hermoso caballo comía apacible, su hojarasca. Los Árboles estaban repletos de naranjas pero no nos atrevimos a tomar de ellas pues se encontraban dentro de fincas ajenas.

Entre las actividades económicas de esta comunidad se encuentran la agricultura de subsistencia, así­ como la producción de horticultura y tubérculos; una gran producción de ellas se vende en el mercado público de Penonomé. También en estas regiones hay producción de cítricos.

A cada paso veíamos el cerro Turega más cerca. El mismo tiene aproximadamente 820 msnm y desde abajo sobresalen unas formaciones rocosas a su derecha; según nos cuentan fue catalogado como Reserva Hídrica en el año 2005 y por él pasan el río Sofrón, el Sofrito y algunas quebradas. Posee un bosque nuboso donde se encuentran especies endémicas y gran cantidad de briofitas, orquídeas, helechos y bromelias.

Llegamos a una capilla color blanco en una pequeña colina, con el cerro Turega en su parte trasera; al lado de un auto 4×4 parqueaban los hombres del pueblo, que contentos nos dieron la mano y bienvenida a su poblado. Preguntamos en donde estaba el chorro para tomarle un par de fotos y pudimos notar que estaba repleto de gente que celebraban los carnavales, demasiado “felices” como para quedarnos ahí­ pues buscábamos tranquilidad, así que prácticamente tomamos las fotografías y nos fuimos de regreso en busca de un sitio donde acampar.

Ya teníamos en mente donde nos í­bamos a quedar, ese lado del rí­o de imagen impresionista, con el puente colgante y la hierba baja, en donde la claridad del agua era tanta que hacía que desde lo alto se vieran las sardinas.

Y fue así­ como el Sr. Matias, propietario de ese lote, quien fuese el que tuvo la iniciativa de hacer aquel puente para ayudar a la comunidad; nos recibió con los brazos abiertos en su espacio en esta tierra. No habíamos llegado aun cuando ya el señor traía un saco con guineos y mandarinas para refrescarnos el día. De inmediato nos habló de la necesidad del puente para la comunidad y contó cómo junto con algunos ayudantes habían traí­do ese tronco, pesado y lo habían puesto sobre el río.

Adoptamos una parte del patio en donde alzamos la casa de camping y nos preparamos para meternos al río. Teníamos la quebrada del puente y otra del lado trasero de nuestra carpa. Realmente estábamos sobre un lote redondo al que el rí­o le daba la vuelta creando una especie de isla, sobre la cual está la casa del Sr. Matias, con una cancha enorme y un patio repleto de flores, en especial orquí­deas ubicadas estratégicamente sobre los árboles.

Disfrutamos de la tarde mientras bajaba el sol y al salir del río nos pusimos a cocinar, en menos de 5 minutos estaba la fogata para hacer la clásica pasta que sería la cena de la noche. Ya íbamos a empezar a comer cuando nos tocaron la puerta imaginaria de la carpa, eran el Sr. Matias y su nieta muy amable, nos traían un plato de comida con arroz, lenteja, torrejitas de maíz y pollo, además de tajadas; todo un buffet que disfrutamos bajo una noche estrellada y limpia de contaminación, repleta del canto de las ranas que rodeaban nuestra carpa.

A la mañana siguiente pensábamos irnos temprano, pero nuevamente entablamos conversación con Matias, y vaya conversa tan buena que al mediodía aún estábamos en Turega.

Nos enteramos de sitios fenomenales, casi secretos, que debemos visitar y de tantas historias. La mañana la llenaron las paisanas (chachalacas) con su canto, que venían revoloteando en busca de caimito. Nos dieron sancocho, que estaba delicioso, y Matías me dijo el nombre común de cada ave del libro que llevó, que él reconocí­a y había visto en Turega, ciertamente fue muy divertido.

Nos encaminamos a seguir la aventura, bien contentos de haber conocido tan preciado lugar y gente tan amable.

Lugares como este hay incontables en Panamá, lo único que hace falta es caminar, entusiasmarse. Tener siempre presente el sentido del respeto, razonemos que cada espacio puede ser nuestro jardí­n, por lo tanto como tal, lo debemos cuidar, considerando que la tierra es nuestro hogar.

En mi experiencia puedo decir que aventurarse en auto no es lo mismo que aventurarse sin él. Andar a expensas del transporte público en Panamá, no es fácil y nada más el hecho de someterse a esto, puede convertirse o en una pesadilla o en una verdadera y muy divertida aventura.

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En la terminal tomamos el autobús de Chame sin ningún percance. Luego de poco menos de 20 kilómetros de recorrido, llegamos a Sorá, pueblo de personas amables rodeado de belleza exuberante de montaña, con un clima casi siempre fresco y delicioso. Muy cerca de esta comunidad se encuentra el complejo de casas de campo “Altos del María” al cual para acceder es necesario poseer permiso si no eres residente.

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Cuentan que el lugar fue llamado así por el cacique Soró (que significa viejo) jefe en la región en la época de descubrimiento y conquista, es el corregimiento más grande en cuanto a territorio del distrito de Chame y uno de los más bellos, con ríos pintorescos, encantadores saltos de agua y una magnifica vista de la ensenada de Punta Chame y su litoral, todo está a más de 600 metros de altura.

Pero cabe destacar que fuera de ese complejo de viviendas se encuentran bellezas increíbles y una de esas es el lugar del que hablaremos en esta reseña, Los Saltos de Filipina. Un sitio que en mi vida, nunca había visto ni escuchado siquiera, pero que por las fotografías y la belleza escénica que ya conocía de Sorá, fuimos a probar suerte en su búsqueda.

Llevábamos más de una hora esperando el transporte, pensamos que el problema sería porque era domingo, pero luego que el transporte llegó, nos dimos por enterado de que en la comunidad solo una familia presta el servicio, el cual tomamos y sin pérdida, luego de pocos minutos sobre una calle sin pavimento, llegamos a nuestro destino desde donde debíamos empezar a caminar por breves minutos.

La vista, grandiosa. Filipinas de Sorá nos recibió con salpiques verdes y azules, un lugar tranquilo, lleno de aves semilleras, y de fondo, como para matizar, el inconfundible cerro Chichibalí, que marca los límites entre los distritos de Chame y Capira.

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Descubrimos un salto de quizás de 7 u 8 metros, de un buen caudal, de poca profundidad, pequeño, casi se puede decir “personal”. De aguas frías y con el salto de agua, me di masaje natural en la espalda El agua denota que no hay contaminación, no hallamos restos de basura, lo cual nos lleva a pensar que cuidan muy bien este lugar al que aún se puede acceder de forma libre. Más tarde me enteré de que en este mismo salto, estuvo John Travolta haciendo wetrappel para una película que fue filmada en su mayoría en Panamá, de nombre “Basic”.

De ahí pasamos a la siguiente cascada luego de subir una loma imperceptible. Divisamos un salto de unos 15 metros de altura, muy hermoso y con un pilón de agua fresca y fría.

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Seguimos el camino y descubrimos otra cascada, ésta más pequeña pero igual de encantadora. Para nuestro asombro aún nos faltaban cascadas por recorrer. Son dos bifurcaciones y decidimos tomar el de la derecha, que tiene, nada más y nada menos, que en total, ocho cascadas. Dicen que si cuentas todas las cascadas, de ambos lados, da un total de veinticinco caídas de agua.

Estuvimos ahí hasta no muy tarde por el mismo inconveniente del transporte. Caminamos de vuelta y vimos el pickup pero se dirigía hacia montaña adentro, no hacia Sorá. Decidimos empezar a caminar un poco y más adelante nos encontramos con cazadores furtivos y muchos perros dispuestos a cazar.

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En nuestra caminata vimos la construcción de una próxima finca Melo en el área de Filipinas, luego de subir y bajar algunas lomas, nos topamos con una hermosa serpiente Pseustes poecilonotus de más de un metro, mejor conocida como “pajarera” que cruzaba apacible la carretera de piedras y aprovechamos para sacarle algunas fotos a ese divino ejemplar.

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Más adelante escuchamos un auto, el mismo 4×4 que habíamos visto hace tiempo venir bajando de la montaña y aprovechamos para pedirle el “bote” hasta Sorá, que muy amablemente nos cedieron, siempre y cuando  pudieran ir guidando de las ventanas del auto pues dentro estaba repleto de gente, y así fue como llegamos a Sorá a buena hora y felices de la aventura del día.

De regreso nos bajamos en el Nanzal y aprovechamos para caminar hasta Los Cajones, otra maravilla natural del área, pero ya se hacía tarde y empezaba a llover, así que decidimos dejar esta aventura para luego.

Seguimos dándonos cuenta que nunca dejaremos de recorrer Panamá y sus senderos, sus rincones escondidos que guardan secretos y leyendas. Solo basta preguntar y siempre los lugareños te van a señalar con el dedo o con la boca algún lugar perfecto a visitar.

Anímense a tomar un bus en su tiempo libre, ni siquiera hay que gastar demasiado. No siempre la comodidad da la felicidad, a veces con solo mirar desde la cima de un cerro lo que dejamos atrás puede ser un momento perfecto, disfrutar de la soledad de una cascada y meditar, también lo puede ser.

Buscar maravillas, ¡perderse en el monte! Caminar despacio y apreciar lo bello que nos regala cada paraje natural de este país.

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Es uno de los lugares preferidos por las personas que aman hacer avistamiento de aves. Se encuentra dentro del parque nacional Soberanía, a media hora en auto desde la ciudad de Panamá.

Para poder llegar es necesario manejar en la vía que conduce hacia el Parque Municipal Summit y seguir prestando atención a las señales que indican la entrada del Camino de Plantación. Se puede llegar en autobús tomándolo en la terminal de Albrook, piquera de SACA (Gamboa) y bajándose en la entrada del sendero.

El Camino de Plantación tiene una longitud de aproximadamente 7 kilómetros que se caminan en 3 o 4 horas de ida y vuelta.

El trayecto es muy interesante ya que prestando atención a la naturaleza es muy fácil apreciar su entorno. Este camino es muy famoso por ser allí en donde se ve gran cantidad de aves, sobre todo en las horas de la mañana y en la tarde, así mismo es posible ver monos titis y monos aulladores.

Si te interesan las plantas, el camino de Plantación (como su propio nombre lo dice) es tu lugar. Allí se puede ver gran cantidad de vegetación, árboles grandes, arbustos y plantas herbáceas, helechos, inflorescencias; incluso hay algunos árboles que han sido marcados con sus nombres para ser reconocidos. Las veces que he ido he podido notar muchos árboles nazareno (Peltogyne purpurea), cuipo (Cavallinesia platanifolia), zamias, muchas lianas, hongos por doquier, y tenlo por seguro que muchísimo más.

Este lugar es muy exótico, se dice que fue una carretera hecha durante la construcción del Canal de Panamá en 1910 para unir la población de “Imperio” hasta “las Cascadas Plantation”. A lo largo del camino aún se pueden encontrar vestigios de lo que fueron plantaciones de cacao, café y los preciados árboles de caucho (Castilla elastica), ésta ultima especie exótica introducida en Panamá.

En el camino no se presenta dificulta de terreno, es muy fácil ya que es llano desde principio a fin, pero es bueno ir en zapatillas de buena suela por la cantidad de piedras redondas que pueden molestar tus pies. Buenísimo para visitar en familia y detenerse en alguna de las bancas que se encuentran en el camino a merendar. También se puede recorrer con bicicletas, si es su preferencia. El sendero se puede complementar con una visita a la cascada que se encuentra casi al final, el sendero termina en una intersección que lo une con el Camino de Cruces.

Alguna vez estuve por el camino con algunos amigos, vimos unas lianas, y probamos a guindarnos como Tarzan, estuvimos en eso bastante tiempo, la liana siempre pudo con nuestro peso.

Se dice que este camino y su selva secundaria, también era utilizado por militares estadounidenses para entrenar militares latinos.

Generalmente no hay nadie en la caseta de Anam que se encuentra al principio del camino, pero de encontrarse la entrada tiene un valor de 1 $ para nacionales y 3$ los extranjeros.

Recuerda, la basura es tuya, ¡llévatela!

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